8/3/17

DÍA INTERNACIONAL DE LA MUJER

Diez escritoras silenciadas por la historia 

Siempre a la sombra de los literatos, su legado cayó en el olvido o fue tímidamente reivindicado a lo largo de los años.

Cecilia Böhl (1796-1877)
Fernán Caballero

Pionera en nuestro país, tuvo claro que si quería hacer carrera literaria en la España de mediados del ochocientos, no podía hacerlo con un nombre de pila que sonaba casi a provocación; Cecilia Böhl de Faber y Larrea. Es por ello que decidió cambiárselo por el varonil seudónimo de Fernán Caballero, nombre con el que se daría a conocer en la época.

Hija del cónsul Juan Nicolás Böhl de Faber  y de la también escritora Frasquita Larrea, los críticos sitúan la obra  de Cecilia Böhl —y en concreto la novela La Gaviota (1849)— como precursora de la novela realista española. Le seguirían otras obras como La familia Alardea, Una en otra, Elia y Clemencia. Pero fue su obra La farisea, publicada en 1963, la que se hizo con el beneplácito del gran público.

Caterina Albert (1869-1966)
Víctor Catalá

Las furibundas críticas que recibió la obra teatral La infanticida,  fechada en 1898 y escrita por una jovencísima narradora catalana  llamada Caterina Albert, hicieron que ésta se decidiera por ocultar su  verdadera identidad para evitar así la reprobación profundamente sexista  que sufrió con su estreno literario.

La autora —ya como Víctor Català— pudo desarrollar una fructífera carrera narrativa que alcanza su cénit con Solitud,  texto que se enmarca dentro del modernismo. Locura, violencia y destino  configuran el universo narrativo de una escritora que rompió moldes y  escandalizó a la burguesía catalana de la época. El veredicto estaba  claro: una mujer no podía escribir con el desparpajo y la fuerza  expresiva con que lo hacía Caterina Albert.

Colette (1873-1954)
La inefable Colette 

Nacida Sidonie Gabrielle Colette, contrajo  matrimonio con el escritor parisino Henry Gauthier Villars, quien,  consciente de la capacidad literaria de su joven esposa, tuvo a bien  publicar bajo su nombre una serie llamada Claudine, basada  en los recuerdos que esta tenía de su niñez y adolescencia. El éxito  fue tal que superó incluso las expectativas de Gauthier, convirtiéndose  en un auténtico fenómeno literario. Las continuas infidelidades de  Gauthier hicieron que Colette se replanteara su matrimonio,  desarrollando posteriormente una fructífera carrera como escritora,  crítica teatral e incluso llegó a hacer sus pinitos en el music-hall.

Mary MacLane (1881-1929)
Mary Maclane

Pese a que en su día contó con un moderado  éxito, lo cierto es que la historia no ha hecho justicia con la joven  Mary MacLane. Con un estilo transgresor y confesional que adelantó a  escritoras de la talla de Virginia Woolf o Clarice Lispector, esta  canadiense de finales del siglo XIX se sacó de la manga con tan solo 19  años un dietario que más parece un tratado de irreverencia e indignación  para con el provincianismo de la época.

El artefacto, retitulado en su día con un modoso La historia de Mary MacLane —el original llevaba uno algo más urgente: Deseo que venga el diablo—,  encuentra sus lazos literarios en gente como Whitman, Rimbaud o Sylvia  Plath, y ofrece líneas memorables como: "No son las muertes, los  asesinatos, los ardides ni las guerras los que hacen de la vida una  tragedia —confiesa en una de sus anotaciones—. Es la Nada lo que la hace  tragedia. Es día tras día, año tras año, y la Nada".

Concha Méndez (1898-1986)

Empezó a escribir versos bajo la  influencia de Lorca y Alberti. Tras su largo noviazgo con Luis Buñuel,  Concha Méndez comenzó una fructífera labor como colaboradora en publicaciones  de la época como La Gaceta Literaria, Hèlix o Parábola. La  trayectoria de Méndez siempre se caracterizó por un anhelo de  independencia y de libertad que le llevó a vivir en Londres, Montevideo y  Buenos Aires. Cultivó la poesía pero siempre a la sombra de sus  mentores –los ya mencionados Lorca y Alberti– y a medio camino entre la  herencia clásica y la vanguardia del momento. Son de esta etapa sus  primeros poemarios publicados; Inquietudes (1926), Surtidor (1928) y Canciones de mar y tierra  (1930). En ellos, Méndez convierte en materia poética una realidad  vital que experimentó de forma intensa. 

Supo como pocas plasmar la  alegría y el vitalismo propio de los felices años veinte, pero también  hubo de enfrentarse al fatalismo de la guerra, el exilio e incluso a la  muerte de un hijo. De esa época son Vida a vida (1932), Niño y sombras (1936) y Lluvias enlazadas,  tres poemarios en los que se despoja del vanguardismo que le vio nacer  como poetisa, y dan paso a una voz depurada y personal, una voz  confesional en la que el dramatismo y la autenticidad se imponen a los  experimentos iniciales.

Luisa Carnés (1905-1964)
Luisa Carnés, la feminista olvidada y silenciada de la generación del 27

A Luisa Carnés no se le caían los  anillos. Escritora autodidacta, hizo las veces de periodista, camarera y  sombrerera en el taller de su tía. Nacida en 1905 en el seno de una  familia de clase obrera de Madrid, las duras condiciones de vida durante  su infancia le servirían de inspiración posteriormente en su carrera  literaria. Calles mugrientas llenas de miseria preludio de un siglo que  se adivinaba agitado. De ahí surge la pluma afilada y aguda de Carnés,  una voz que nunca encajó en el mundillo literario de la época y que  injustamente terminó siendo engullida por esa máquina de olvido que fue  la Guerra Civil.

Así, pese a que en su día fue reconocida  como una de las más prometedoras narradoras de nuestro país, tuvieron  que pasar más de 60 años para que el historiador Antonio Plaza  desempolvara parte de la obra de Carnés. Una trayectoria literaria que  comenzó en 1927 con Peregrinos de Calvario, un libro de relatos que daría paso dos años más tarde a Natacha, donde testimonia la dura vida de una empleada en un taller textil. La editorial Hoja de Lata rescató recientemente Tea Rooms. Mujeres obreras,  novela periodística en la que narra las desventuras y miserias de un  grupo de mujeres trabajadoras en una ciudad en la que la pobreza campa a  sus anchas.

María Teresa León (1903-1988)

Se inició en el periodismo bajo el pseudónimo de María Teresa Goyri y sus primeros artículos salieron publicados en el Diario de Burgos.  Cuando los felices veinte –para algunos– llegaban a su fin y un tiempo  de turbulencias se abría paso, María Teresa León publicó su primera  obra, Cuentos para soñar. Era el inicio de una fructífera  carrera literaria en la que cultivaría la novela, la biografía, los  cuentos, el teatro, los guiones y una gran cantidad de colaboraciones  periodísticas.

La defensa de la cultura y la mujer  fueron sus temas predilectos. Sin olvidar su compromiso político, que se  mantuvo firme a los ideales comunistas hasta sus últimos días. Una  trayectoria prolífica y nómada debido al exilio que le llevó a vivir  –siempre a la sombra de su gran amor, Rafael Alberti– a París, Argentina  y, finalmente, Roma. Es aquí donde perfila una de sus obras más  emblemática, Memoria de la melancolía, una insuperable crónica del recuerdo en la que repasa episodios pasados como el fracaso de su primer matrimonio.

Magda Donato (1906-1966)
Magda Donato

Antes, mucho antes de que la pluma  desquiciada y narcótica de Hunter S. Thompson se inventara aquello del  gonzo, hubo una periodista que tuvo a bien pergeñar en los años 30 lo  que bautizó como “reportajes vividos”, consistentes en testimoniar de  primera mano lo que sucedía para luego contarlo. Hija de comerciantes de  ascendencia judeo-alemana, Magda Donato —pseudónimo de un bizarro Carmen Eva Nelken Mansberger—,  tuvo la fortuna de crecer en una familia cosmopolita, educada y  moderna, a años luz del analfabetismo rampante que imperaba en la España  de la época.

Una buena muestra de su obra periodística se puede leer en Reportajes  (Ed. Renacimiento), en cuyo prólogo la académica Margherita Bernard  pone en valor la popularidad que en su día —principios de los 30—  alcanzaron los textos de Donato. Cuenta Bernard que los lectores, ávidos  de detalles y matices, escribían agitados al periódico, debatían y  polemizaban sobre su veracidad. No fue la única, curiosamente en  aquellos años de la II República, otras autoras como Josefina Carabias,  también hicieron las veces de “periodistas infiltradas” en la revista  ilustrada La Estampa o en medios de mayor tirada como Ahora.

Jane Auer (1917-1973)

Truman Capote, gran amigo de la escritora, la  describe sentada en un café de la casbah tangerina, con su “cabeza como  una dalia”. Es quizá una de las escritoras más subestimadas de la  historia, siempre a la sombra de Paul Bowles —nómada, músico y  autor de entre otras obras El cielo protector—. Su legado pasaría a la  historia, no así el de Auer. Mujer cosmopolita que vivió por y para la  literatura, se convertiría en el alma máter de esa pléyade de escritores  retirados del mundanal ruido tras la II Guerra Mundial con Tennessee  Williams, Gore Vidal y el ya mencionado Capote como cabezas de cartel.

Su obra En el cenador, recuperada por la editorial malagueña Alfama, y la reedición por parte de Anagrama de su novela Dos damas muy serias y su libro de relatos Placeres sencillos,  dan muestra del talento innato de Auer. Una adelantada a su tiempo de  quien el editor Jorge Herralde llegaría a ensalzar su “humor  extravagante y chiflado”, asegurando que del binomio Paul-Jane, esta  última era “el verdadero genio”. Su querido Truman Capote, además de  hacer malabares lingüísticos con la forma de su cabeza, no dudó en poner  en valor la capacidad poética de Auer; sárcástica y carente de tabúes.

Lenore Kandel (1932-2009)

Decir Beat Generation es como decir Jack  Kerouac, Neal Cassady, Allen Ginsberg o William Burroughs. Poco se sabe  del talentoso elenco de mujeres que quedaron relegadas tras la  imaginería contracultural de machirulos convenientemente  alicatados. Hablamos de Elise Cowen, Denise Lesertov, Diane di Prima,  Mary Norbert Körte y, muy especialmente, de Lenore Kandel. Nacida en Nueva York en 1932, pergeñó un libelo con cuatro poemas titulado The Love Book en  pleno verano del amor. Acusado de obsceno fue retirado de circulación,  el revuelo fue tal que la policía irrumpió en varias librerías en su  búsqueda. A pesar de ser reverenciada por casi todos los protagonistas  de aquella generación, su obra apenas ha trascendido y es el  macho-beatnik el que pasará a los anales de la historia de la  literatura. La historia, una vez más, se repite.

FUENTE: publico.es
Juan Losa - Madrid
08/03/2017

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