11/11/14

PHOENIX CANARIENSIS

Ése es el nombre científico asignado a una palmera endémica de Canarias. Se trata de una especie protegida que, conjuntamente con el pájaro canario, vienen a ser los símbolos naturales identificativos de nuestro archipiélago.


Pues bien, esta entrada viene a cuenta de la reciente desaparición de un ejemplar de Phoenix canariensis que, con varios años de antigüedad, medraba en un macetero de mampostería en la calle Agustín Espinosa García de esta ciudad de Santa Cruz de Tenerife.

Andaba yo en mi diaria labor de amontonar palabras cuando, a las 9 en punto de la mañana, el potente sonido de una sierra eléctrica, machacón e insistente, comenzó a incordiarme hasta el punto de hacerme desistir. En principio pensé que se trataría de la ejecución de alguna nueva obra por rotura de algo, cosa bastante usual en esta zona, pero cuando me asomé al balcón... ¡no me lo podía creer! (y encima llegue tarde para gritar que no siguieran):

Las verdes y brillantes hojas yacían sobre la acera, y ya estaban cortando en rodajas (como para piña en almíbar) el grueso tronco de la palmera, que era orgullo y seña de identidad de nuestra calle.


Bajé a preguntar el por qué de aquella tala, y objetaron, los operarios, que al parecer se había efectuado un estudio donde se especificaba que, aquel bello y exuberante ejemplar, sufría podredumbre de la raíz, con claro peligro de desplomarse sobre la vía.

Este ciudadano, aun sin estudios de botánica que lo avalen, puede dar fe de que, a simple vista, la raíz estaba en perfectas condiciones, hasta tal punto que les fue imposible arrancarla del macetero y optaron por machacarla a conciencia; el tronco se hallaba también en perfecto estado: su interior era claro y compacto. Así que es menester hacerse unas preguntas simples:

¿Si estaba sana por qué cortarla? ¿Molestaba a alguien? ¿Por qué no se avisó para que fuera retirada y trasplantada a otro lugar?


El mal menor hubiera sido romper el macetero. Se reconstruye y punto; pero ahora ¿cómo vamos a hacer para reconstruir la palmera? 

Y no sólo eso: yo soy uno de los que va a echarla muchísimo de menos, porque todos los días al rayar el alba, sin necesidad de salir al balcón sabía, tras la cristalera, si el viento soplaba con solo observar aquel balanceo de hojas de palmera.

Miguel Ángel G. Yanes

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