5/3/13

LA OBSOLESCENCIA PROGRAMADA

El término "obsolescencia programada" u "obsolescencia planificada", se refiere a la programación o planificación de la vida útil de un producto o servicio; un periodo calculado previamente por la empresa constructora o por la empresa de servicio, de modo que éste se torne obsoleto, no funcional, inútil o inservible.

El procedimiento suele ser el siguiente: cuando alguno de los aparatos electrónicos falla, y el dueño lo lleva a reparar, en el servicio técnico suelen decirle que le resultará más rentable comprar otro que arreglar ése, ya que, por lo general, el precio de las piezas a sustituir, el montaje y la mano de obra, superan el importe de una nueva compra. Por ello, normalmente, el usuario suele desechar el producto averiado y comprar uno nuevo.




¡Sí! Ahora casi todo es de usar y tirar, ya sea nuevo o novísimo. Da igual, puesto que el objetivo de la obsolescencia programada no es otro que el lucro económico de los fabricantes. Por lo que, objetivos tales como la conservación del medio ambiente pasan a un segundo plano de sus prioridades.

Teniendo en cuenta que nuestro planeta tiene más de 7.000.000.000 de habitantes, y su número continúa creciendo a una media de unas 210.000 personas por día, si el promedio de generación diaria de basura «per cápita» es de 1 kg., en una sola jornada, los deshechos se elevan a 7.000.000.000 kg. y, una vasta cantidad de ellos, no son biodegradables. Además, muchas veces, los residuos son altamente contaminantes: plomo, mercurio, plástico, poliestireno...



Al hilo de lo expuesto, quiero contarles mi experiencia personal sobre el tema; concretamente, referido a las impresoras de inyección de tinta:

La primera que compré, con posterioridad a aquellos ruidosos cacharros de cabezales de impacto fue, hace ya la friolera de 14 años, una Canon BJC-250 (*) que aún conservo, aunque, dadas las exigencias de la informática, al tiempo la sustituí por una Epson Stylus Photo 820, de mayor velocidad de impresión y ya con calidad fotográfica; pero hete aquí, que cuando llegó a un número determinado de copias, dijo: ¡no va más!. "Y yo como un gilipollas..."(* *) con ella bajo el brazo, me acerque al servicio técnico, donde me dejaron claro que era más barato comprar una nueva que repararla.



Así que, visto lo visto, decidí cambiar de marca y volver a la antigua, pensando, en buena lid, que con ella no me iba a ocurrir nada parecido.

Hace sólo dos años adquirí una Canon IP4600, pero, para mi asombro, al llegar también a un determinado número de copias (justo en mitad de un trabajo importante) me hizo la misma jugada. "Y yo como un gilipollas..." con la boca abierta me la quedé mirando:



Estaba impecable, intacta, cargada de papel, con los cartuchos a rebosar de tinta, pero...


¡¡¡NO FUNCIONABA!!!
  (ERROR DE SERVICIO B200)


Busqué esa referencia en Internet y comprendí que se trataba de una avería irreparable. Entonces, una rabia ciega me brotó desde las uñas de los pies, trepó por mis vísceras y vino a convertirse en una letanía de maldiciones y palabras soeces que, con timbres metálicos, rebotaron por todas las estancias de la casa, hasta el punto de que la familia al completo se personó en mi cuarto...

"Y yo como un gilipo... o... o... ollas..."



Miguel Ángel G. Yanes

(*) Gracias a ella, aunque sea a la pata coja y con una pobre calidad de impresión, voy escapando. "Qué ejemplo para las nuevas generaciones de impresoras. 14 años y sigue tan campante: lenta pero segura"

(**) Marieta (Joaquín Sabina y Javier Krahe)

1 comentario:

  1. Otra cosa que me tiene perplejo es que cuesta más cara la tinta que una impresora nueva. Y yo me pregunto:
    Si una impresora tiene chips y circuitos y todo eso computarizado que les ponen dentro para que funcionen (y en tu caso, dejen de funcionar en una fecha señalada), cómo es que un cartucho que solamente tiene plástico, tinta y unas cositas allí metálicas para que salga la tinta puede costar mucho mas? Otro misterio sin resolver...

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