6/9/12

EL AMIGO FIDEL

Al hilo de lo acaecido el pasado jueves al amigo Fidel Cañas, a quién, a las seis de la mañana, un caco callejero atracó, a punta de cuchillo, en las inmediaciones del Parque de las Indias, quisiera hacer un par de reflexiones.


En primer lugar destacar el valor (y la temeridad) de Fidel al enfrentarse al agresor a pecho descubierto, lo que conllevó qué, aunque pudiera atizarle unos buenos mamporros, acabara llevándose siete pinchazos: cinco en el pecho y dos en un muslo, amén de un dedo fracturado en una mano y una muñeca que requirió atención quirúrgica, en la otra, con claro riesgo de haber perdido la vida en la refriega.

Quiero hacer hincapié también en la desesperación del "chorizo", que se abalanzó sobre la primera persona que se echó a la calle, sin fijarse bien en estatura y volumen. Ya le decía yo a Fidel, que si el que se resisitió hubiera sido yo (que soy un "firringallo" de sesenta y picos kilos) en lugar de siete puñaladas, me habría llevado catorce, siempre y cuando no me hubiera despachado antes, claro está.


A todas éstas, y con la que está cayendo sobre nuestra economía, se observa un movimiento, "sostenuto e in crescendo" de la delincuencia callejera, amplificada por el alto índice de paro, las restricciones de las ayudas gubernativas, la destructuración familiar y un largo etcétera, que lleva a muchos a delinquir, no ya para comer (que alguno habrá) sino para vicios caros, a los que se engancharon en época de la bonanza económica y que, ahora, no se pueden costear. Esta nueva hornada de desesperados hay que sumarla a la ya larga lista de delincuentes habituales. Y... ¡sigan bailando!

Así que, como esto se está saliendo de madre y, las autoridades, ante la manifiesta inseguridad ciudadana, no lo solucionan, habrá que plantearse la necesidad de hacer lo del amigo Fidel: defenderse, enfrentarse a ellos, aún con grave riesgo para nuestra integridad física, intentarlo al menos. O eso, o permitirles que nos roben cuando les venga en gana, porque está claro que si les resulta fácil hacerlo, vendrán a por más.


Supongo que ahora, en frío, al hacer balance, y ante las heridas recibidas y el riesgo corrido, cabe pensar que habría sido mejor dejarse robar y punto, pero... ¿y el orgullo de no haberse dejado avasallar?

Tengan por seguro que, al menos ése, no volverá a atracarlo.

Miguel Ángel G. Yanes

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