9/4/12

LA DILIGENCIA

Hoy todo el mundo conoce el significado de "hacer una gestión", pero allá por los lejanos años de mi infancia, se utilizaba otra palabra para significar dicha acción: "diligencia". Hoy, a no ser en algunos núcleos poblacionales de las islas menores, esa acepción de diligencia como sinónimo de gestión, ha caído en la historia general del olvido.

Saco la palabra a colación porque, de chicos... bastante chicos, a lo sumo de cuatro o cinco años, la primera vez que oímos decir a nuestro padre (dirigiéndose a nuestra madre) aquella frase: "voy a hacer una diligencia", saltamos de contento y corrimos a decírselo a los amigos. Ya en aquella época, para nosotros la única diligencia era la que aparecía en las películas del oeste.


- ¡Nuestro padre va a hacer una diligencia! dijimos a dúo.

- ¡Que chachic! -exclamó Tomás, que era el mayor del grupo- ¿Nos llevará a todos, no?

- ¡Claro! Volvimos a decir a dúo.

- ¿Y los caballos? Preguntó Manuel.

- No sé. A lo mejor se los prestará algún amigo de esos que tienen fincas.

Pero transcurrió el tiempo y la diligencia no aparecía por ninguna parte, así que, un día, cuando papá, con su bilbaína, su bicicleta y su cara de cansancio, regresó del trabajo, lo asaltamos para averiguar cuándo la traería.

Ante nuestro asombro, se partió de la risa. Lloraba... ¡sí! lloraba. Le caían las lágrimas hasta el bigote.

Mi hermano y yo no entendíamos nada.

Miguel Ángel G. Yanes

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