21/9/11

LA ESCULTURA

Paco Brito me ha enviado dos fotografías de una de las maravillas escultóricas que pueblan nuestra "Muy Leal, Noble, Invicta y Muy Benéfica Ciudad, Puerto y Plaza de Santa Cruz de Santiago de Tenerife", en concreto de una ubicada en la trasera del Teatro Güimerá.


Observen ustedes con atención ambas fotografías. Vean, en la primera de ellas, cómo la escultura encaja perfectamente con el entorno urbano, cómo se adapta a él, cómo sirve de magnífico elemento integrador entre el pavés postizo del teatro (creo que data de 1991) y el desangelado laurel de indias de la plazoleta (tal vez por mala poda) que antaño fue uno de los árboles más frondosos y emblemáticos de la ciudad, llegando a ser decorado, incluso, como majestuoso árbol navideño, en la época en que la sede central de CajaCanarias se hallaba frente a él. Pega como un "tirro"... quiero decir como un "disparro".


Fíjense ahora en la segunda foto, y reparen directamente en la escultura, ya sin referencias anexas que puedan distraer su atención ante tanta belleza y armonía en las formas. ¿Me siguen?... ¿Sí? Pues contemplen su delicada estructura de cilindro incompleto sobre el que se alza, majestuosa, una rueda de carro partida en dos y soldada al bies para formar, acaso, una ese sinfónica, y la hermosísima grieta-basurero invitando a un íntimo contacto con residuos urbanos. ¿Ven con que delicadeza resbala la herrumbre por la base de hormigón, con que amoroso tacto, cómo deja su impronta ferrujinosa, lista para un posible trato con humanos?... Toda una delicia para la ropa blanca.


Por muchas vueltas que doy alrededor (por ver si algún detalle perdido me enamora) no encuentro ninguna referencia, ni una mínima placa que indique de qué se trata, ni su título... ni siquiera el nombre de su autor, y empiezo a pensar si no será que alguien nos ha tomado el pelo, y posiblemente los cuartos, o si se habrá construido a base de deshechos, como ocurrió con el famoso muñeco de nieve de Los Majuelos,



que nació de una montaña de escombros con la que nadie sabía bien qué hacer. Ya no sé que pensar.


Yo, a esa extraña y herrumbrienta cosa, he dado en llamarla "la escultura del coño", habida cuenta de la desaparición de la fuente homónima de Los Realejos. Obsérvenla bien. ¿Saben por qué?... Porque, por más que la miro y la remiro, ¡no sé que coño es!


Aquí les dejo otras qué sí que adornan, y no afean y herrumbran, las calles de nuestra ciudad:








 







Miguel Ángel G. Yanes
 

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