17/1/11

LOS FERRARI DEL ESPÍRITU SANTO


Hay dos Ferrari, uno rojo y otro amarillo (siempre viajan juntos) que deben ser del Espíritu Santo: lo digo por el don de la ubicuidad. Al menos esa sospecha tengo, porque vaya donde vaya, siempre están ahí; como ayer, que los hallé aparcados sobre el paso de peatones de la parroquia de Santa Rita en Punta Brava (Puerto de la Cruz), uno a cada lado, de modo y manera que había que sobrevolarlos para poder cruzar o, como hicimos en cierta ocasión unos amigos, jóvenes aún, cuando, estando el semáforo verde para nosotros, un taxi se detuvo sobre el paso de cebra y, ni cortos ni perezosos, ante el asombro del conductor que no supo reaccionar a tiempo, entramos uno a uno por la  derecha, y con la misma, salimos por la izquierda.

¡Coño!... esto está tomando tintes políticos.

Estaba yo en esas disquisiciones, cuando observé a una señora que, con dos críos cogidos de la mano, intentaba atravesar la calle justo por delante de los Ferrari. Detuve mi vehículo y los dejé pasar. La señora hizo dos gestos consecutivos: uno hacia mí, de agradecimiento, moviendo la cabeza de arriba abajo, y otro de desprecio, de derecha a izquierda (vuelta la burra al trigo), hacia los coches del Espíritu Santo.


Y digo yo: ¿Para qué necesitará dos coches el Espíritu Santo? ¿Tendrá doble identidad cuando no ejerce de paloma? ¡Joder! Que complicado se está poniendo esto. Mira que si ahora resulta que en vez de una trinidad van a ser cuatro... Mejor dejarlo estar y atender a lo mío, porque es la enésima vuelta que doy y no consigo aparcar. Me da que la familia ya estará llegando a los postres.

Miguel Ángel G. Yanes

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