16/9/10

LOS INTRÍNGULIS DE LA ECONOMÍA

No entiendo nada de economía, salvo de la familiar, pero hay algo que me tiene hablando solo desde hace algún tiempo:

Observo que los pequeños negocios se están yendo al traste. Basta caminar por General Mola (después de toda una vida, nunca voy a acostumbrarme al nombre nuevo) y mirar a ambos lados de la calle, para ver la ingente cantidad de comercios que han echado el cierre. Tres cuartos de lo mismo ocurre con la Rambla de Pulido.


Hay razones de peso para ello. En principio fue la llegada de las grandes superficies, abaratando los precios hasta un punto al que los pequeños comerciantes no podían llegar; más tarde, la implantación del tranvía, llevándose por delante los aparcamientos y la doble fila, que también daba juego para una compra urgente. Y por si fuera poco, la tan cacareada crisis económica que, a la postre, vino para quedarse.

Sin embargo, con la que está cayendo, hay tres negocios que proliferan como las setas: las tiendas de compraventa de oro, los bazares chinos y los kebab.

Lo del oro lo entiendo; en sus dos vertientes, claro. Una, comprándolo, como refugio económico seguro para los que tienen dinero, y la otra, vendiéndolo, como tabla de salvación para los que no tienen.



Lo de los bazares chinos, al principio no lo tenía claro, pero terminé enterándome de que China es el segundo gran inversor en España, después de Francia, y que ha comprado gran parte de su deuda, por lo que, como compensación, el gobierno ha abierto la mano (la rota), dando todo tipo de facilidades para la instalación de sus negocios.

Pero la proliferación de los kebab la entiendo menos. En principio no sabía si eran iraníes, turcos, hindúes o paquistaníes, pero logré averiguar que el “Döner-Kebab”, esa carne que gira sobre un eje vertical, es la variante turca. Un tipo de comida rápida que se está imponiendo en medio mundo.

Mi pregunta es simple: ¿Cuánto le debemos a Turquía?

Miguel Ángel G. Yanes

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