Quiero disculparme públicamente contigo en tu calidad de amigo y presidente de la Asociación Canaria de Poetas Uni-Verso, porque, a pesar de haber aceptado tu invitación para asistir al acto programado para el pasado día 17, en el Liceo Taoro de La Orotava, con motivo del vigésimo sexto aniversario de dicha asociación, no acudí a tal evento. Me lo impidió un repentino ataque de ciática (algo que suelo padecer con cierta frecuencia) y que, agravado, tal vez, por la extrema humedad ambiente, apenas me permitía caminar.
De hecho, han pasado unos días y aún no he logrado recuperarme del todo.
De hecho, han pasado unos días y aún no he logrado recuperarme del todo.
Fue allá por 1982 cuando comenzamos a reunirnos, en la tarde-noche de los sábados, en casa de Mª Nieves Sámblás, a la sazón, en el piso que habitaba en la Calle Buenaventura Bonnet, justo a espaldas de la parroquia de la Cruz del Señor. Allí acudíamos puntualmente con nuestros poemas bajo el brazo, y tras romper el hielo, acabábamos leyéndonos nuestras obras los unos a los otros, para, a continuación, entablar una distendida tertulia, no sólo sobre literatura, sino sobre pintura, música, religión, historia, cine... y lo que se terciara.
Si no recuerdo mal, los primeros integrantes de aquellas reuniones, obviándote a ti, a Mª Nieves y a sus hijos Carlos (q.e.p.d.) y Rosi Bethencourt, fueron: Mª Cleofé Linares Quesada, Adolfo Martín Coello, Juan Antonio Peraza, José Manuel Martín, Maki (la que hoy es mi mujer) y yo mismo, aunque, con posterioridad, se agregaron también: Juan Rdguez. Álvarez, Javier de la Rosa, Mª Eugenia Alarcón…
Todo iba perfectamente. Eran unas reuniones entrañables, relajadas, en las que incluso celebrábamos un pequeño ágape aportando alguna botella de vino, dulces, refrescos, etc., y en esa distendida armonía, hablando de las cosas más peregrinas, nos daban las tantas de la madrugada. Pero... en un momento dado, se decide que optemos por una asociación poética en toda regla, con sus estatutos, su estructura jerárquica, su bendición oficial, y sus correspondientes subvenciones.
Enseguida me opuse. Yo quería que siguiera siendo la reunión informal de un grupo de amigos, sin estructuras, formalismos y demás sarandajas. Intentaron convencerme de la idoneidad de aquella medida, sobre todo por la posibilidad futura de ver publicados nuestros trabajos, pero yo no estaba por la labor.
Se establecieron unos estatutos, unas cuotas simbólicas y se propusieron los aspirantes a la junta directiva, de la que me negué a formar parte. No obstante, necesitaban un mínimo de firmas para cursar la pertinente solicitud y, al final, accedí a firmar como vocal, con la condición "sine qua non" de que, con la entrada de un nuevo socio, cesaría en mi puesto, como así fue. Me había desencantado y, a los pocos meses, solicité la baja y terminé desligándome por completo.
La Asociación ha pervivido durante 26 años, pero el grupo de amigos... se ha difuminado.
¡Sí! Me cupo el honor de haber sido, a tu lado, miembro fundador de Poetas Uni-Verso. Sé que lo recuerdas con cariño, y agradezco por ello tu invitación; lo que no sé si recordabas es que fui también el primer disidente.
Salud, amigo.
Miguel Ángel G. Yanes