29/11/10

ZAPATEANDO

Se pasaba el día zapateando. Lo descubrimos el día en que se cayó de espaldas, por su manía de hacer equilibrios sobre las patas traseras de la silla. Quedó tendido en el suelo cual largo era, con grave riesgo de haberse fracturado el occipital, a tenor del tremendo batacazo. Cuando fuimos a recogerlo se negó a ello: “Estoy muy cómodo así” alegó, enfadándose incluso con los que intentaron levantarlo a la fuerza, permaneciendo durante muchos minutos allí tumbado. Cuando al final decidió incorporarse y, a la chita callando, salir de la oficina, no sé si a los servicios o al bar, un coro de carcajadas recorrió el salón, más por la situación que generó al no querer levantarse que por el golpe en sí.


Cuando alguien fue a colocar la silla en su lugar, pues había quedado en mitad del pasillo, observó con asombro qué, bajo la mesa, el piso se encontraba rabiosamente negro por su (supusimos) continuo pataleo con aquellos zapatones de goma de camión que, a diario, calzaba.

Miguel Ángel G. Yanes

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