19/3/10

LA PLICA

Al leer con detenimiento la entrevista efectuada a Cecilia Domínguez en las páginas de La Opinión de Tenerife, termino coincidiendo con su apreciación de que, es la ética del jurado lo que en realidad engrandece un premio literario. Y es entonces cuando caigo en la cuenta de que jamás he relatado públicamente, algo que tiene cierta similitud con el tongo acaecido en el premio de novela Alfonso García Ramos que, en su día, ella misma desveló.

Años ha, presenté un poemario a un certamen convocado por un organismo oficial. Pues bien, una vez fallado y no habiendo conseguido dicho premio, acudí, tal y como permitían las bases del mismo, a retirar mi trabajo que, como saben bien los que se dedican a estas lides, nos cuesta unos buenos euros entre papel, tinta, sobres, gastos de correos... por lo que, es de agradecer la recuperación de las copias, en los pocos concursos en los que no son destruidas.


Una vez mostrado el correspondiente resguardo, me devolvieron las seis copias entregadas y la plica, que es, lo digo para los que no estén familiarizados con el tema, un sobre cerrado que contiene los datos del autor. Yo, ingenuo de mí, cogí todo el material sin prestarle demasiada atención, y me marché tan pancho. Pero hete aquí que al llegar a casa, observo con incredulidad que la plica estaba abierta por uno de sus bordes. Se me llevaron todos los demonios (me suele ocurrir de vez en cuando) y la impotencia me hizo soltar un buen montón de palabrotas.

Se supone que la única plica que debe abrirse es la perteneciente al trabajo ganador. ¿Alguien podría explicarme por qué aquélla estaba abierta?

Lo cierto es que resultaba motivo más que suficiente para impugnar el certamen, pero para ello debí andar más listo y percatarme en el instante exacto de la recepción, no después; y tener algún testigo... ¡claro!

No había forma de demostrar que la plica me fue entregada abierta.

Recuerdo que en aquellos momentos comenté la "anécdota" con mi amigo Adolfo Martín Coello, y mi asombro fue mayúsculo al enterarme de que, tiempo atrás, a él le había ocurrido lo mismo; y que también picó de ingenuo, como yo. Entonces nos planteamos que, tal vez, a los ojos de algunos-as, no teníamos el caché suficiente para recibir ese premio, o quizá fuéramos políticamente inadecuados para sus intereses, o vaya usted a saber que otras razones de oscuro e inexplicable peso, por lo que, a partir de ahí, mirábamos todo lo referente a estos eventos con la lupa de la desconfianza.


Como desconozco si esas situaciones anómalas se producen a menudo o no, quiero llamar la atención, sobre todo de los jóvenes escritores, para que procuren "estar al loro" y no permitan que les tomen el pelo.

Miguel Ángel G. Yanes

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